Mis abuelos fueron campesinos. Recuerdo que de niño, en las épocas de verano, iba a buscar agua a un sitio remoto de la finca, era un enorme trabajo, la finca de mis abuelos quedaba en las montañas, una geografía abrupta. Horas a caballo cargando galones de agua. Yo llevaba un pequeño botellón, no habrá sido mayor a dos litros. Dos horas duraba el camino, a los 7 años esas horas eran una eternidad, y el peso a mi espalda era una tonelada!
Por tardar, en la finca nos acostábamos a las 7 PM, vivíamos una hora nocturna, con velas, lámparas de petróleo y el fuego de estufa de carbón. La lámpara de petróleo se iba llenado de un pequeño tanque, recuerdo que los abuelos se preocupaban mucho porque se malgastara ese combustible.
Hoy, abrimos una llave (válvula) y oprimimos un interruptor y “magia” tenemos agua, tenemos luz. Si le preguntas a un niño actual de dónde viene el agua te dirá que de la llave, y, su comprensión sobre de dónde viene la luz, simplemente no existe.
Si ustedes preguntan a la gente a su alrededor hoy, cuánto consumen de agua en metros cúbicos o la energía eléctrica en Kilovatios Hora, muy pocos sabrán. Y si tienen la suerte de encontrar quien lo sepa, la siguiente pregunta será difícil: qué variables originan mayoritariamente esos consumos, (lavadora, duchas, consumo, aseo, iluminación, plancha, ofimática, estufas, etc) con dificultad habrá respuesta con datos.
Nos hemos separado completamente de tener una idea de las cantidades, sabemos algo, sabemos los costos, y en muchos casos no tenemos claro que los costos por m3 o por kwh vienen creciendo y que seguirán creciendo. La época de la virtualidad actual permite hacer los pagos de estos servicios automáticamente, lo que llevará a que ni siquiera sepamos el costo económico.
Algún profesor me preguntó sobre qué país de América tenía mejor eficiencia energética, y países como EEUU, Canadá o Brasil vinieron a mi mente, pero él nos dijo que Cuba. ¿Cuba? Pero cómo puede ser? Y la respuesta marca una inquietante realidad de cómo pensamos los humanos: Cuba, porque tiene poca energía. Cuando no tienes algo, cuando te cuesta mucho ese algo, el valor cambia. Y, por supuesto, que recordé la finca de los abuelos en la década de los 70, el esfuerzo era enorme: el agua y la energía se cuidaban.
Hay una paradoja en los avances tecnológicos que hemos logrado: nos han permitido llegar a la luna, se está trabajando por colonizar marte, hemos creado la red mundial de la internet, los avances no paran: pero nos alejamos de la realidad somos más frágiles.
En la película “El amanecer del planeta de los simios” de 2017, vemos a los simios viviendo una vida paradisiaca, hasta que los humanos la alteran, ya que en el sitio en que viven los simios está cerca de una antigua hidroeléctrica que necesitan desesperadamente. En esta película el 90% de los humanos han muerto y los sobrevivientes buscan volver a su vida perdida. Hay una escena muy fuerte: los humanos logran hacer funcionar la hidroeléctrica y después de muchos años ponen a funcionar un CD de música y al oírlo tienen un éxtasis. Ese éxtasis parece ya no provenir de los sonidos del bosque, como si fuéramos otros, como si no fuéramos los homo sapiens que conquistaron el mundo desde África.
Mientras que no vivamos el costo de la consecución de los recursos, parece que no valoraremos lo que tenemos en nuestras manos. Requerimos, ingentemente, avanzar con un entendimiento del valor, un entendimiento de que los consumos afectan todo el planeta y a todas las especies y que inevitablemente la calidad de la energía se deteriora.
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